El fast fashion no es el aliado, es el enemigo | Zero Grados

2022-08-20 13:28:05 By : Mr. roy cui

Revista cultural online nacida en Zaragoza. Información, cultura, actualidad y periodismo narrativo.

“Me encanta comprar en Zara o Shein, cada semana hay prendas nuevas y es súper económico…” Nos hemos vuelto muy exigentes; lo queremos todo y lo queremos ya. Lo vemos en ámbitos tan cotidianos de nuestras vidas como en las noticias que consumimos; el ansia por saber qué ocurre a nuestro alrededor nos incita a navegar por Internet para estar al tanto de todo. Algo similar ocurre en el mundo de la moda. 

El encargado de desprestigiar a la industria de la moda es el fenómeno “fast fashion”. Un movimiento que nació para responder a esa necesidad que tenemos de vestir a la última moda por precios muy bajos. ¿La realidad? Un negocio con el lema “comprar más, usar menos”. El fast fashion ha conquistado la industria de la moda. Échale un vistazo a tu armario; no me equivocaré si te digo que el 80% de tu ropa está bajo la firma del fast fashion. Zara, Mango, Pull and Bear, Primark o el gigante Shein… ¿te suenan?

El fast fashion es la industria del “ mucho”; el objetivo es vender mucha ropa, a mucha gente y muy a menudo. Con precios muy bajos e invirtiendo muy poco dinero en diseño y materiales. 

La moda son números . Moda también son esos 14 kilos de ropa que desechamos al año por persona según la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil (Asirtex); los 10.000 litros de agua necesarios para fabricar 1 kilo de algodón;  las 50 colecciones que cada año nos presentan tiendas como Zara o Hym. ¿De verdad necesitamos adquirir nuevas prendas cada 2 semanas?

Echamos la vista atrás al año 2000. En dos décadas, el consumidor está comprando un 60% más de ropa que en el año 2000. ¿La consecuencia? Cada prenda se mantiene la mitad del tiempo y un 40% de nuestro armario nunca se utilizará según un informe de UNECE de 2018.

Haz la prueba con tu armario. ¿Cuántas prendas tienes con la etiqueta puesta?

Es cierto que el mayor atractivo del fast fashion son unos precios que se adaptan al bolsillo de toda la sociedad. Pero, ¿alguna vez te has preguntado cómo puede ser que las grandes compañías del fast fashion sigan teniendo beneficios aun vendiendo a esos precios tan bajos? Para encontrar respuestas, debemos ir hasta los países donde las compañías fabrican sus prendas. Para obtener beneficios con unos precios tan bajos, reducen los costes de producción, lo que se traduce en precarias condiciones laborales de sus trabajadores y materia prima de baja calidad. 

Al final, cuando compramos en una tienda fast fashion, estamos comprando también unas condiciones de trabajo pésimas para sus trabajadores; según las cifras de OIT (2009), los trabajadores chinos -donde se fabrica el 80% del fast fashion-, realizan jornadas laborales que exceden las 12 horas diarias y no llegan a cobrar el salario mínimo. Otro dato muy preocupante es que en este país, el salario mínimo mensual es de 174,60€ y el salario digno son 376,07€ ( Clean Clothes Campaign, 2014 ). 

China, Bangladesh e India, si miras la etiqueta de una prenda fast fashion, seguramente provenga de alguna de estas ciudades donde el fast fashion ha esclavizado a sus trabajadores. Según el informe Global Slaveey Index de Walk Free Foundation (2018) , las fábricas de textiles son una de las fuentes más comunes de esclavitud en los últimos años. Al final, cuando un producto se fabrica en un periodo de tiempo tan corto y con un precio tan bajo, las condiciones en las que se ha fabricado, son malas. 

Acuérdate cuando vayas a comprar esa camiseta, por 5€ estás contribuyendo a la trata de seres humanos, el trabajo forzado y el uso de mano de obra infantil. Ahora, vuelve a pensar si esa compra realmente merece la pena.

Los trabajadores de estas fábricas no son los únicos perjudicados, el que más sufre las consecuencias es nuestro planeta. Año tras año, el fast fashion y su rápido proceso de creación genera desechos textiles que generan un impacto negativo en el medio ambiente; la emisión de gases contaminantes, el gasto de energías no renovables e incluso la contaminación de las aguas con sustancias químicas son los efectos secundarios de comprar una prenda de fast fashion, porque “lo barato al final sale caro”. Aunque el fast fashion favorece que puedas tener una gran variedad de prendas en tu armario, deberías saber cuánto le ha costado tu armario al medioambiente. La industria textil es la segunda más contaminante a nivel mundial; se necesitan 2.720 litros de agua para hacer una camiseta, en otras palabras; toda el agua que tomas en tres años se utiliza para hacer una camiseta que te durará máximo un año.

El arma más poderosa del fast fashion es el marketing, consigue adentrarse en los pensamientos de sus consumidores y averiguar qué prendas vender para que no dudemos un segundo en sacar la tarjeta. Esto se ha convertido en un peligro para nuestro bolsillo y para nuestros armarios; nos estamos dejando llevar hasta tal punto que no nos paramos a pensar en qué estamos comprando. 

La industria de la moda está perdiendo valor; ¿Cuántas veces has comprado ropa por el hecho de estar triste? El fast fashion juega con nuestros sentimientos haciéndonos creer que comprar grandes cantidades de ropa va a darnos la felicidad. Pero de toda esa ropa que te has comprado, ¿cuánta necesitabas? Y cuando pasan 2 días desde que te llegó la esperada caja de Zara, ¿sigues ilusionada con todas esas prendas o han pasado a la zona de olvidados en tu armario?

El fast fashion con el constante bombardeo de prendas ha desarrollado una tendencia al consumismo instantáneo y a la eliminación de sus elementos. La mayoría de prendas pierden rápidamente su atractivo y lo más probable es que terminen olvidadas en el armario o en la basura incluso antes de haber producido alguna satisfacción. En otras palabras, vivimos en la “cultura de lo desechable”. 

“Qué rabia, me he comprado esta camiseta en Zara y al salir a la calle se la he visto a 4 personas”. Utilizamos la moda para diferenciarnos y al final, comprar en fast fashion provoca el efecto contrario. El fast fashion constantemente nos ofrece nuevos productos que podemos comprar en sus tiendas, pero lo que nosotros podemos conseguir rápidamente, otros también pueden. Zara lanza alrededor de 11.000 prendas al año organizadas en 20 colecciones según Economist (2005). Cada 15 días, como locos entramos en su página web para no perdernos qué nuevos vestidos ha sacado, y cegados por las tendencias que el propio fast fashion implanta… ¿cómo no vamos a comprar?.

Este fenómeno ha provocado que perdamos nuestra identidad a la hora de vestir. No jugamos con la moda ni nos preocupamos en combinar las prendas de nuestro armario. El auge de la tecnología y las redes sociales cobra un papel muy importante en el culto al consumismo, descrito por Kelly Drennan, fundadora de la ONG Fashion Takes Action de la siguiente manera: “Nadie quiere ser visto o fotografiado con las mismas prendas, y debido a que esta cantidad de prendas son fabricadas muy baratas y cuestan muy poco, es más conveniente para los consumidores disponer su guardarropa”.

La moda ha perdido esa emoción, el querer cuidar una prenda para que dure mucho tiempo. Ahora consumimos prendas que apenas duran dos temporadas y vivimos con ganas de que se estropeen para poder consumir más prendas. No es de extrañar que el fast fashion sea definido como “moda de usar y tirar” según la periodista Lucy Siegle.

“Me encanta comprar en Zara, cada semana hay prendas nuevas y es súper económico”.  Vuelve a leer esta frase. Después de todo, ¿sigues pensando que el fast fashion es “súper económico” ?. No estás comprando una camiseta por 5€, estás comprando contaminación, malas condiciones laborales y ni siquiera estarás comprando algo que necesites. ¿Acaso no tienes una camiseta básica? ¿O es que Inditex ha puesto de moda el color violeta?

Al final, la moda es arte y debemos tratarla como tal. Como decía Vivienne Westwood: “Compra menos, elige bien y hazlo durar”.

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